Según el derecho internacional, toda persona tiene derecho a no sufrir "cualquier acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales". Esto incluye la tortura o los malos tratos cometidos para cualquier fin, incluidos (entre otros) el fin de obtener información o una confesión, de castigar por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, de intimidar o coaccionar a esa persona, o por discriminación (CCT, Parte 1, Artículo 1).